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OLVIDADOS

de Walter Hasenclever




traducción de Natalia Gascón
240 páginas - Ed. 2002
EAN/ISBN: 9788495764065
PVP: 12,25 €

BÁRBAROS

DOCUMENTOS

HUMO HACIA EL SUR

INFERNO

MAR NEGRO

PASOS PERDIDOS

UNO MÁS UNO

 


En 1939 muchos intelectuales alemanes se encuentran exiliados en la costa del sur de Francia, donde forman una pequeña colonia de refugiados antifascistas que huyeron del régimen de Hitler. Son apátridas, expoliados de su nacionalidad, sin papeles y sin posibilidad alguna de acogida en otros países. Cuando Francia declara finalmente la guerra a Alemania, todos los refugiados son internados en campos de concentración. Walter Hasenclever y muchos de sus amigos son enviados al campo de Fort Carré, en Antibes. Olvidados, escrita entre la liberación del autor de Fort Carré y su nuevo y definitivo internamiento en el campo de Les Milles, describe, en el estilo expresionista, seco y descarnado que caracterizó a los de su generación, el microcosmos de un mundo cerrado, cargado de malos presagios, donde los personajes, despojados de todo contacto con la realidad, descubren la generosidad y la miseria del hombre enfrentado a la incertidumbre de su destino.

Olvidados es un documento valioso y estremecedor. Aunque Hasenclever intenta por todos los medios despojar su escritura de patetismo, el lector cuenta con un dato que condiciona la lectura. Sabe que Hasenclever se vio obligado a quitarse la vida ante la inminencia de su traslado y el de sus compañeros a los campos de exterminio. La Historia ha dado respuestas a las preguntas y las dudas que se plantean los personajes de la novela. Sus previsiones más pesimistas se vieron ampliamente superadas por el alcance del genocidio nazi. Sin embargo, Olvidados no cuenta sólo la historia de unos hombres despojados de sus raíces, de su nacionalidad y de sus derechos, condenados sin juicio y sin posible apelación. Es también el testimonio de una actitud de dignidad mantenida incluso en las condiciones más extremas. En su lucha contra el desaliento los olvidados buscan respuestas, hablan del presente y el futuro de Francia y Alemania, de las razones últimas de la guerra, del antisemitismo, del nazismo. Y en todas las conversaciones, en todos los diálogos aparece siempre una pregunta sin respuesta: ¿Qué será de nosotros?

Hasenclever nunca quiso que lo identificaran con los medios literarios del exilio. «No tengo prisa; mi hora llegará cuando se haya agotado la llamada literatura de emigrantes», escribió en 1936. Tal vez ha llegado la hora de leer a Hasenclever. Precisamente porque fue un gran cronista del exilio. Paradójicamente, porque la «literatura de emigrantes» no se ha agotado: otras son las causas y otros los «papeles», pero millones de olvidados siguen llamando a las entornadas puertas de la fortaleza que defiende nuestros derechos.

 


Walter Hasenclever nació en Aquisgrán el 8 de julio de 1890. La tormentosa relación con su padre marcó los inicios de su carrera. En Der Sohn (El hijo), su primera obra teatral, que alcanzó un gran éxito de crítica y público, describe minuciosamente esta conflictiva relación. Fue una pieza fundamental para el emergente movimiento del expresionismo alemán. El sorprendente estilo expresivo caracterizado por un pathos estático y la sutileza dialéctica del personaje del hijo crearon escuela en el teatro alemán de toda una década. Presionado por su padre, estudió derecho en Oxford y en Lausana. Su desinterés por el derecho lo llevó en 1909 hasta Leipzig, ciudad que marcó profundamente los primeros años de su juventud. Allí, ayudado por su abuela, estudió Filosofía y Filología germánica. En Leipzig, además, entró en contacto con el movimiento expresionista. En 1918 conoció a Paul Wegener, célebre actor y director de teatro, que lo inició en la práctica del budismo. A partir de ese momento se mantuvo distanciado del compromiso político. París significó, como para otros muchos de su generación, una huida voluntaria de Alemania, una especie de ensayo del exilio. Por entonces, escribió comedias inspiradas en Courteline y Molière. Viaja por Inglaterra, Yugoslavia e Italia. Vuelve a Berlín donde se da cuenta del alcance y la gravedad de los cambios políticos que se avecinan, lo que le permite salvar parte de su patrimonio y su valiosa biblioteca. En 1933 se instala en Francia, primero en París y más tarde en Cagnes. Las palabras de su amigo Tucholsky en 1933 se convirtieron para Hasenclever, tras su internamiento en el campo de Les Milles, en fatídica realidad: «Nuestra causa está perdida. Sólo nos queda renunciar». Ya por entonces sabían lo que sucedería y que no podrían sobrevivir a la barbarie nazi. La cercanía de las tropas alemanas fue el detonante de su decisión de acabar con su vida. Walter Hasenclever murió el 21 de junio de 1940 y fue enterrado en Aix.

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